Todos deseamos tener pareja, ser felices con ella y que la felicidad y el amor duren. Si nuestro más íntimo deseo es que la relación se logre y ponemos todo nuestro empeño en que así sea ¿por qué es tan difícil mantener una relación sana? ¿por qué pese a nuestros esfuerzos nos enredamos una y otra vez en discusiones, reproches y descalificaciones que sólo conducen al sufrimiento?

Poco a poco vamos perdiendo la ilusión del principio cuando veíamos al otro como un holograma de lo que queríamos ver o de lo que queríamos que fuera, -es lo que denomina Bert Hellinger “amor a primera vista”-, para ir dando paso al “amor a segunda vista”, cuando vemos al otro realmente tal y como es. Es en esta etapa donde se pone a prueba nuestra verdadera capacidad para amar, es donde empieza el aprendizaje.

Despojados de la “ceguera” del principio deberíamos empezar a comprender porqué hemos elegido a esa persona en concreto, qué tenemos que aprender con ella, qué parte de nosotros está reflejando. Aunque nos cueste asumirlo, nuestra pareja es una proyección de nosotros mismos, de cómo nos amamos, de nuestros miedos, nuestras creencias, nuestros vínculos y fidelidades sistémicas. La pareja es nuestro espejo.

Así, si yo no soy capaz de amarme por lo que soy, raramente atraeré a alguien que me ame y me valore. Cuando viene alguien a mi consulta y me comenta: “Mi pareja me trata mal o no me valora”, siempre pregunto: Y tú ¿cómo te tratas? ¿cómo te valoras? Queremos que nuestra pareja nos de lo que nosotros no somos capaces de darnos.

 

Vínculos y fidelidades

 

La falta de autoestima y la dificultad para realizarnos puede venir de experiencias negativas de la infancia pero también de vínculos sistémicos y promesas hechas a nuestros padres a edad muy temprana que lógicamente olvidamos, si bien quedan registradas en nuestro inconsciente más profundo y actúan de forma automática. Una promesa muy común sería: “Si tu no eres feliz, yo tampoco” “Te acompaño en tu desgracia” Y así, con nuestro amor “mágico-infantil”, creemos que podemos paliar la infelicidad de nuestros seres queridos.

Algo muy parecido ocurre con la fidelidad a nuestros ancestros. A veces estamos vinculados a antepasados, incluso de varias generaciones atrás, acarreando un destino que no nos pertenece porque ellos no pudieron ser felices o sufrieron vejaciones y abusos.

La solución a esta forma de infelicidad es descubrir el vínculo que produce el bloqueo, a qué o a quién estamos vinculados que nos impide avanzar y una vez identificado observarlo con amor y separarnos, comprender que nuestros padres y antepasados tuvieron su vida y su destino y honrar profundamente a ambos. Aprendemos a amar de una forma adulta cuando agradecemos la vida que nos han trasmitido y nos permitimos ser felices para que todos sus esfuerzos y desvelos no hayan sido en vano.

Muchas veces pese a las riñas y el continuo malvivir seguimos sintiendo que queremos a nuestra pareja e incluso que ella nos quiere también, entonces cabría preguntarse ¿no es suficiente con el amor?

Bert Hellinger, a través de las diferentes dinámicas que se desarrollan en las constelaciones familiares, pudo observar que el amor sigue unos órdenes, y que sólo respetando estos órdenes puede fructificar. Estos órdenes, con ligeros matices rigen todas las relaciones humanas.

 

Te amo tal y como eres

 

El primero de estos órdenes aplicados a la pareja es el de la igualdad. Los dos miembros de la pareja son exactamente iguales y parte de ese reconocimiento de igualdad se nutre de respetar y asumir las diferencias, tanto individuales como familiares y culturales.

Cuando llegamos a la pareja no estamos solos, llegamos impulsados por nuestro sistema familiar; los sistemas se necesitan para sanar y equilibrar y ninguno es mejor que otro.

 

Equilibrio entre dar y recibir

 

El segundo orden es el equilibrio entre dar y recibir. Es de suma importancia prestar atención a este equilibrio ya que no siempre es fácil detectar los límites en nuestras acciones. Cuando alguien nos da algo, de manera automática nos sentimos obligados a devolver. Por esta misma regla, cuando uno de los dos da demasiado o se siente obligado a dar demasiado el equilibrio se rompe, ya que ponemos al otro en posición de tener que devolver lo mismo y quizá no pueda o si devuelve de acuerdo a su capacidad quizá nosotros no seamos capaces de valorarlo por considerar que es poco.

La necesidad de equilibrio es igualmente válida para lo negativo. Cuando sentimos que hemos recibido un daño, de inmediato se nos activa la necesidad de devolver, de hacer daño nosotros también. Este sentimiento, que en realidad deberíamos llamar resentimiento, nos autoriza a devolver de más para asegurarnos que el otro sufra también y en este intercambio nos olvidamos que vamos a generar en el otro el mismo movimiento, originando una dinámica de mutua agresión que cada vez irá a más.

¿Cuál es la forma de dar y recibir equilibrada para que el amor crezca? Siempre que demos, dar un poco de más. Para compensar, el otro nos devolverá un poco de más y nosotros nuevamente daremos un poco de más, y así sucesivamente. Por el contrario en la devolución del daño, debemos ser cuidadosos en devolver un poco menos, lo que Hellinger denomina “vengarse con amor”, así el otro no sentirá la necesidad de devolver y no alimentaremos el crecimiento del daño.

 

El orden

 

Para que la relación de pareja funcione primero hemos de estar colocados en nuestro lugar correcto como hijos.

Cuando un hijo o una hija se sienten mejores que los progenitores de su mismo sexo, se ponen por encima de ellos, juzgan la relación de pareja de sus padres y creen que él o ella serían los perfectos para su padre o madre, convirtiéndose en “la niña de papá o el niño de mamá”.

La mujer “niña de papá” se dice internamente: “Yo me ocupo de papá, yo seré la esposa que él necesita” “Papá es el mejor y yo estaré siempre a su lado” Comparará a todos los hombres que encuentre en su camino con este padre ideal, será sobreprotectora con sus parejas o en el lado extremo les demandará que se comporten como el padre que han idealizado.

El hombre “niño de mamá” suele desarrollar mucho su lado femenino, es encantador, complaciente y por eso gusta mucho a las mujeres, pero internamente ha prometido proteger y estar siempre al lado de su madre por lo que nunca estará disponible para su pareja.

La solución pasa por ocupar nuestro lugar de hijos, dar el lugar correcto al padre y a la madre, tomar todo de ellos tal y como son, reconocer su grandeza y que como pareja son los mejores el uno para el otro pues ellos se eligieron. Sólo así quedaremos libres, sólo así aprenderemos a tener consideración y respeto por nuestra propia pareja.

 

El lugar de las parejas anteriores

 

A veces llegamos a la pareja procedentes de relaciones anteriores que no se cerraron correctamente, arrastramos ira, dolor, deseos de venganza, etc. Si queremos que la nueva relación funcione, debemos dar el lugar correcto a la pareja anterior y a los hijos si los hubiere. Agradecer lo recibido, decir Sí a todo tal y como fue, siendo conscientes de que así lo elegimos para nuestro propio crecimiento.

Mª Milagros Estanislao Quintanilla
Consteladora y Coach Personal
Publicado en Espacio Humano de Nov. 2013

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