La madre es la persona más importante de nuestra vida. Es el primer y más profundo vínculo que establecemos en nuestra vida ya que permanecemos unidos durante nueve meses. Sus cuidados, su amor y el contacto con ella es lo que nos da seguridad y por consiguiente el impulso natural del niño es ir hacia la madre, estar con ella.

Con el parto empieza la primera separación y si no se realiza un nuevo vínculo correctamente dejando que el bebé vuelva a ser abrazado, acariciado y mimado por su madre de inmediato, éste sufrirá el primer trauma de su vida.

Posteriormente diversas circunstancias que conlleven la separación temprana de la madre o en las que el niño se sienta desprotegido, como por ejemplo: permanencia en incubadora, hospitalización, muerte de la madre, etc. pueden hacer que sienta tanto dolor y soledad que el vínculo y el acercamiento natural a la madre quede dañado para siempre. Las personas con este trauma, a nivel inconsciente, harán todo lo posible para no revivir ese dolor. Es lo que denominó Bert Hellinger “movimiento de amor interrumpido”.

Ya en la edad adulta cada vez que establezca una nueva relación estará marcada por ese sentimiento doloroso. A nivel inconsciente revivirá el miedo a volver a ser abandonado y sufrir de nuevo. Actualizará las emociones que probablemente vivió entonces: rabia, tristeza, desesperación…, el resultado es una “retirada” de esta relación, “un paso hacia atrás”, no pudiendo entregarse ni comprometerse totalmente.

A veces también nos separamos de nuestra madre porque no corresponde a la idealización infantil que tenemos de cómo debería ser, juzgamos como nos educó, su carácter, la relación con nuestro padre., etc. No la queremos ver como es en realidad: un ser humano. Es un ser humano único para nosotros que nos ha sido regalado. Su acto de amor incondicional fue prestarse a trasmitirnos la vida junto con nuestro padre. Es un acto al servicio de algo más grande que está muy por encima de nuestras comprensiones habituales.

De la relación que tengamos con nuestra madre dependen todas las demás relaciones: pareja, hijos, amistad, trabajo etc. Si no estamos unidos a nuestra madre, en lo profundo de nuestro alma siempre nos faltará algo, tendremos sentimiento de vacío, desvalorización y tristeza por muchas cosas externas que tengamos.

Así pues, vemos la importancia de retomar ese camino hacia nuestra madre. Tomarla tal y como es, decir Sí es el verdadero camino de vuelta a casa donde encontraremos la fuerza para conseguir la felicidad y plenitud que buscamos.

Mª Milagros Estanislao Quintanilla
Consteladora y Coach Personal

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